Una de las cosas que no pueden faltar en un viaje al Borneo Malayo es ir a ver orangutanes, ese primate anaranjado que comparte con los humanos un 97 % del genoma y que a veces, parece que nos superara en inteligencia. Por desgracia, el orangután, que en malayo significa » el hombre del bosque«, está perdiendo su hábitat natural y es muy dificil verlo en libertad por lo que hay que acudir a los centros de rehabilitación para admirar a esta increíble especie animal. En el estado de Sarawak ( Borneo malayo) y muy cerca de su capital Kuching, hay un lugar donde los miman, los cuidan y donde podemos admirarlos en toda su plenitud: la reserva natural de Semenggoh.
El orangutan es un primate que guarda muchas similitudes con los humanos, con una vida social rica, pueden procesar gran cantidad de información, son capaces de utilizar instrumentos, generan alianzas con otros miembros e incluso pueden cruzar rios utilizando palos como ayuda. Sus miradas si que parecen más humanas aún y le recorre a uno un escalofrio cuando los observa con atención. En la isla de Borneo, de donde son originarios, viven más de 50.000 ejemplares pero la jungla y el tamaño de la isla, hace que sea muy difícil verlos en libertad de ahí la importancia de los centros de recuperación. La tala de árboles para plantaciones de palma o la caza furtiva son algunos de los problemas a los que se enfrente este animal en peligro de extinción, por no hablar de lo susceptibles que son a las enfermedades humanas.
El centro de vida salvaje de Semenggoh fue establecido en 1975 con la idea de cuidar y recuperar a los animales salvajes que resultaban heridos en el bosque o habían sido usados como en el tráfico ilegal de animales y con el paso del tiempo se ha convertido en todo un referente de conservación en el estado de Sarawak. Su cercania a Kuching ( apenas 25 kilómetros), hace que sea una visita cómoda que se puede hacer facilmente y que nos permite observar en directo al «pensador de la jungla«, como muchos llaman a este tranquilo animal. Aunque han recuperado a cientos de especies, el programa de rehabilitación del orangután ha sido el que le ha dado más éxito a este centro animal.
Los objetivos del centro de rehabilitación están claros y van encaminados al cuidado y reintroducción del orangután en su hábitat natural, al estudio de su comportamiento y a educar y concienciar al visitante en la importancia de la conservación de esta especie, que por desgracia ha desaparecido un 85 % de su población en el último siglo. El centro de conservación está en plena jungla, con inmensos árboles autóctonos y algunas pasarelas de madera para pasear además de algunos puestos de observación.
Dos veces al día y de forma puntual, a las 9 de la mañana y a las 15, los cuidadores de la reserva se encargan de alimentar a estos primates a base de bananas y mangos, dejándolos estrategicamente cerca del área para visitantes. No siempre acuden los orangutanes a comer por lo que hay que tener suerte y cruzar los dedos para que este animal que vive en las copas de los árboles baje a llenar su estómago. No viven más de 20 ejemplares aquí. Entre los ruidos de la jungla, empiezan a aparecer lentamente figuras peludas que poco a poco van bajando de los árboles o por las cuerdas que han puesto al efecto.
Aparece una madre con su cría bajando de forma armoniosa, usando sus largos brazos para balancearse entre los árboles. Al verlos acercarse uno se da cuenta de lo mucho que nos parecemos y no me queda más remedio que quedarme boquiabierto cuando los miro a los ojos. Un escalofrío me recorre el cuerpo. Más aún cuando aparece el gran macho dominante del grupo, un gigantesco orangután de cara aplastada y de nombre Ritchie. Mueve sus 140 kilos de forma pausada y nos mira con desdén, harto de ver cada día a tanta gente agolpada ante la mesa de su restaurante particular. Tiene 41 años e infunde respeto y miedo entre sus iguales, que se apartan y dejan que Ritchie coma tranquilamente su ración de fruta diaria. Come sin prisas y mira descarado. Una vez está saciado, el viejo orangután se mueve y viene hacia nosotros lentamente. Quiere cruzar al otro lado y tiene que pasar justamente por donde estamos todos por lo que un empleado empieza a dar órdenes de que nos echemos para atrás, que viene Ritchie y tiene malas pulgas. La gente se mueve atropelladamente hacia atrás sin dejar de hacer fotos y el macho, impasible y con un coco en sus manos, sigue su camino mirando con desdén al público allí congregado.
Semenggoh es unos de los mejores lugares del mundo para ver orangutanes en semi-libertad en su hábitat natural y ver a estos primates de cerca nos ha emocionado. Nos alegramos de haber venido hasta aquí y la suerte ha hecho que veamos a unos siete u ocho ejemplares, algo que me deja más que satisfecho y que vuelva a Kuching, la ciudad del gato, con la grata sensación de haber conocido a uno de nuestros más entrañables antepasados.
Como llegar
– La entrada a la reserva cuesta 10 ringgits (apenas 3 euros, un poco más si llevas cámara de fotos) y se puede llegar fácilmente negociando un taxi en Kuching, en transporte público o contratando la excursión en cualquier hotel o agencia local. Está situada a unos 25 kilómetros de la capital.
Qué emoción verlos tan cerca!! espero verlos en pocos días en Kalimatán, estoy deseando!! Feliz verano 🙂
Seguro que si los ves Caliope!! feliz viaje y feliz agosto. Un beso
Me encantan estos animales! Podría estar horas contemplándolos. Como dices, muchas veces demuestran más inteligencia que muchos humanos 😉
Besotes!
Marjorie merece mucho la pena verlos de cerca, es algo asombroso como se parecen a nosotros!!Y si, he visto humanos menos inteligentes que ellos…. ;.) un abrazo
Cómo te mueves. No paras.
Saludos viajeros
El LoBo BoBo
jaja, bueno, te más o menos lo mismo no?? Un saludo viajero!!