Extractos de mi diario de viaje a Malasia:
Kuching, 7 am. » Salimos temprano de Kuching, la capital del estado de Sarawak, en furgoneta privada hacia nuestro destino, que está a casi 4 horas por carretera y una hora en lancha remontando el rio Lemanak. La carretera no está mal y transcurre entre abundante selva hasta que hacemos una parada en Serian, la población más grande antes de llegar al rio. En el que se conoce como el mercado de la jungla, nuestro guía Chafí, ataviado con una camiseta del FC Barcelona, compra los productos que necesitará para cocinarnos los próximos dos días. Venden mucha fruta y verdura, algo de pescado, carne y sobre todo pollo pero la compra estrella tiene lugar en una tienda cercana donde gastamos 15 euros en regalos, más de 140 paquetes de patatas, chetos y galletas que habrá que entregar a la tribu en señal de agradecimiento por su hospitalidad.»
«Hacemos una parada en mitad de la nada para almorzar, de esas paradas concertadas que cada agencia hace con el restaurante local colaborador. Después de casi cuatro horas llegamos por fín a un embarcadero del rio lemanak y nos espera un padre y un hijo iban. Una fina lluvía empieza a caer. En nuestra longboat cargamos las mochilas para empezar a remontar lentamente el rio Lemanak y se nota que estamos en la estación seca ( de junio a agosto) porque la aparentemente frágil barca se encalla con facilidad en muchos tramos y tenemos que bajarnos a empujarla. El rio discurre silencioso ente la tupida selva mientras la lluvía nos cala hasta los huesos. La belleza primaria del paisaje suple con creces la incomodidad del agua y nuestro trabajo extra y es que recorrer en silencio esta autopista de la jungla es una experiencia única. Tras algo menos de una hora llegamos al poblado donde nos vamos a alojar, de nombre Nange ngmech.»
El poblado Iban. «Una mujer iban vestida con un sarong, una especie de batín de fina y colorida tela, nos recibe con un gong, avisando al resto del poblado que los invitados han llegado. Hay medias sonrisas y miradas curisosas entre los visitantes y los habitantes del poblado. Nos delcalzamos para entrar en la longhouse y nos presentan a la familia que nos acogerá, con Akeen como cabeza de familia, su mujer, la abuela y un pequeño terremoto de menos de dos años llamado Filexson. Nos ofrecen té y café mientras nuestro guía nos cuenta a groso modo como es la vida en la casa larga, donde dormiremos y que vamos a hacer estos dos días de convivencia con los iban».
«Viven en esta casa larga 37 familias y las sonrisas que nos regalan los delatan como gente amable y hospitalaria. La vivienda de nuestros anfitriones, su lugar de intimidad, es básica y tiene una cocina, mesas y sillas, algún mueble, un tv cochambrosa y unos colchones con mosquitera para dormir. Las cucarachas parece que también son parte de la familia. Aquí será donde dejemos nuestras mochilas y donde comamos pero para dormir lo haremos en la zona común, en colchones y mosquiteras que las mujeres iban montan cuando llega la noche. La entrada de cada casa es diferente, algunas tienen aluminio y ventanas con cristales, otras son más modestas hechas sólo de madera pero algo en común es que en la entrada venden su artesanía: cestos de mimbre, tallas de madera, collares y pulseras, cerbatanas hechas de madera, sombreros con plumas de aves…. Me llama la atención las banderas de países distintos, se ve que los que han venido por aquí las han donado y los iban la exhiben orgullosos. A falta de cabezas, hoy se exhiben banderas del mundo..». Y por cierto, españolas ni una, me dicen que viene mucho alemán, inglés y holandés.
«Nos podemos mover libremente por donde queramos, evidentemente sin entrar en las casas privadas de las demás familias y vamos descubriendo la longhouse o casa larga y los alrededores. Salimos saludando a diestro y siniestro y vemos un par de cobertizos que hacen las veces de retrete y ducha rudimentaria con el agua que se recoge de la lluvía ( evidentemente no hay agua caliente en mitad de la selva). Bajamos al río para ver la vida alrededor de él y después nos sentamos a descansar y a hacer vida contemplativa, como muchos hombres iban que ya han regresado de sus tareas del campo. Están sentados, fumando y observando».
«Nos dice nuestro guía que además de lo que cultivan y de los ingresos por los turistas, comercian con el caucho, un árbol muy habitual en la zona y que les proporciona unos ingresos extras. Mucho tuak. Cada familia produce su propio tuak o licor de arroz y es la bebida habitual de la tribu a cualquier hora del día, un acto social por excelencia al que no te puedes negar para parecer descortés. Mientras nuestro guía y las mujeres prepara la cena, nuestro anfitrión, que habla un inglés de acento selvático, nos invita a beber varios chupitos de licor, acompañado con tofu frito y una salsa soja de fuerte sabor. «jujá», gritamos antes de bebernos de un sorbo la bebida iban por excelencia. Tras varios chupitos ( ojo que mientras más bebas, más te dan) cenamos en la casa de nuestro anfitrión pollo frito con especias, arroz, judías y verduras variadas. Más sano y fresco imposible».
La ceremonia. «Después de la cena viene una ceremonia que repiten cada día que hay visitantes y que la hacen de forma automatizada: danzas tradicionales al son de una rudimentaria e hipnotizante música, convenientemente ataviados con sus trajes tradicionales y sus tocados con plumas. Estas danzas imitan la naturaleza que rodean a los iban y a la que tanto deben. Seremos siete u ocho visitantes y nos sientan para que empiece el espectáculo, en el que también participan dos niños. El baile es tranquilo y sereno, como la vida de esta gente de la selva». Como un video vale más que mil palabras, os dejo un pequeño documento:
«Después nos invitan a bailar con ellos, sombrero de plumas incluido, imitando con suaves movimientos de brazos y piernas esos bailes ancestrales de esta entrañable tribu. Al acabar nuestra curiosa actuación tenemos que asistir a la ceremonia de entrega de presentes para toda la tribu, foto con el jefe incluida: patatas, gusanitos y paquetes de galletas que repartirán meticulosamente entre las 37 familias del poblado, además de algunos lápices de colores, libretas y cuadernos de colorear para los más pequeños que se reparten entre los que tienen niños pequeños. Parece que esta parte de los regalos es la que más disfrutan los iban salvo el duai rumá o jefe de la tribu, serio como el solo que observa taciturno y se encarga de preparar té y café para los visitantes. Pero siempre hay un iban cerca que te ofrece sonriente más licor de arroz. A las 22:00 de la noche nuestras camas ya están listas y al verlas rezo porque la mosquitera no tenga muchos rotos por donde entren los insectos que infectan la selva…..».
Amanece que no es poco. «Un madrugador gallo se ha propuesto despertarnos antes de las 5 de la mañana, y los perros, solidarios ellos, acompañan este sonido de despertador tan natural. Hemos dormido regular y sudado de lo lindo durante la noche pero ya es de día y cuando nos levantamos ya hay mucha vida por la zona común de la longhouse. Nuestro guía nos ha preparado un desayuno compuesto por arroz, el alimento básico de esta gente, huevos duros, galletas, mini plátanos y café. Después de pasear un poco por la la longhouse e ir saludando a cuanto iban nos encontramos, uno de los hombres nos va a enseñar a disparar con cerbatana, la sigilosa arma de la selva. Es larga y fina, está hecha con una madera muy resistente y los proyectiles son dardos sin envenenar que deben llegar a una diana preparada al efecto. Un tiro al blanco que nos sirve para hacernos una idea de lo ingenioso de este arma y la dificultad que tenía esta gente para cazar animales en la selva ( porque ya la cerbatana sólo es usada por los turistas)».
«Después toca paseo por la selva, una selva en la que es obligatorio no adentrarse sin un buen guia a no ser que quieras perderte. Nos enseñan los campos de cultivo cercanos, las plantaciones de pimienta, diversas plantas medicinales que usan los iban para su medicina tradicional y secretos de la jungla como las trampas que usan para cazar animales de diverso tamaño. Animales que no vemos por ninguna parte, tan sólo mosquitos e insectos de gran tamaño y nuestro guía nos confirma que es cuestión de suerte ver monos u otros animales». Por lo tanto, un consejo: no vengáis aquí buscando animales. Insectos y bichos todos los que queráis….
Almuerzo junto al rio. «Regresamos de nuevo a nuestra casa comunal y descansamos un rato, observando como es la vida diaria de esta gente, como las ancianas tejen sus cestos, los niños juegan y las mujeres hacen sus labores. Se nos está pegando el «modo de vida Iban» y en cuanto podemos nos sentamos a descansar, supongo que el calor existente y la humedad de la jungla juega un papel importante. Alrededor del mediodía, nos embarcamos con una familia en una longboat rio arriba porque vamos a almorzar junto al rio. Allí, la familia iban y nuestro guía nos van a preparar una comida campestre para recordar. Mientras nos damos un baño en el rio, lavan la carne ( en el rio claro), cortan las verduras y el cabeza de familia busca bambú para hacer la especialidad de la gastronomía iban: el arroz y pollo cocinado al fuego dentro de cañas de bambú. El entorno natural de la selva, la compañia de la familia iban y la comida, barbacoa de carne incluida, hacen que sea una experiencia inolvidable. Aquí no saben de estrellas michelín ni de cocina moderna y se basan en los productos de la selva para alimentarse de forma sencilla y deliciosa. Para acabar nos divertimos en el rio con las tres hijas de la familia. Es increíble lo felices que son y lo bien que se lo pasan con cosas tan sencillas como jugar en el agua. Esas sonrisas de las niñas me las llevo para siempre».
La longhouse sin turistas. «Después de regresar del almuerzo en el rio, nuestro inseparable guía Chafí nos quiere llevar a una longhouse cercana y más auténtica que no acoge turistas. Acedemos a ir y la casa larga a la que llegamos es preciosa, toda hecha de madera y bambú, nada que ver con la longhouse donde vivimos, que está hecha con materiales más modernos. Es más pequeña que la nuestra y no viven más de 15 familias que han decidido no acoger turistas y seguir con su modo de vida tradicional. ¡Pero les encanta que les visiten los extranjeros!. Nos sentamos en el suelo y comienzan las presentaciones con la inseparable botella de tuak o vino de arroz ya que el invitado está obligado a beber para no parecer descortés. Nos preguntan nuestros nombres, si tenemos hijos, nos cuentan como secan la pimienta y elaboran el vino de arroz, nos enseñan juegos iban tradicionales…. Estamos encantados con ellos y ellos con nosotros.»
«Me sorprende que son extremadamente curiosos, amistosos y bromistas, y al poco parece que nos conociéramos de toda la vida. Van llegando más hombres del clan y se sientan junto a nosotros en silencio, observándonos con atención como los bichos raros que somos allí. Están deseosos de interactuar con nosotros y lo comprendo ya que somos los que hemos quebrado su tranquila rutina diaria. Nos quieren vender pimienta y se la compramos, además de dos botellas de tuak. Nunca me alegraré lo suficiente ya que la pimienta de Borneo, dos años después, sigue aderezando y de qué manera los platos de mi casa».
«De regreso a nuestra longhouse vemos que han llegado algunos turistas nuevos a pasar la noche pero nosotros ya somos como de la familia y nos movemos con la confianza de llevar ya un día allí. Me encanta observar su comportamiento, ver como se gastan bromas entre ellos o como tratan a los más ancianos.
El hombre del saco. «Al pequeño Filexson de año y medio, que es bastante travieso, le gastan la misma broma cada día varias veces: uno de los iban lleva con él un saco vacío, entre llantos mete al niño dentro y se lo echa a la espalda mientras el pequeño llora, grita y llama a su madre. Supongo que le dirán que se tiene que portar bien o el hombre del saco se lo llevará para siempre……Una broma universal.»
«Los hombres ya han vuelto del campo o de las tareas del rio y quieren estar cerca nuestra. Fuman sin parar y no falta el vino de arroz. Para evitar una borrachera segura nos vamos al río a jugar con los niños y nos damos unos chapuzones, con las típicas bromas acuáticas e incluso nos dejan su champú y gel para lavarnos como lo hacen ellos. El rio lemanak es también su bañera. Las sonrisas, la alegría y las caras de felicidad de los niños de esta tribu será uno de los grandes recuerdos que me lleve de mi viaje a Malasia.»
El hijo del jefe. «Estando en el calor de la longhouse, y nunca mejor dicho porque hace bastante bochorno, es casi imposible esquivar a los sociales iban bebedores de tuak, que se acercan a nosotros en silencio, nos sonrien y comenzamos a intentar comunicarnos con el dichoso licorcito. Peor es nuestro anfitrión, que no para de intentar vendernos su artesanía y se empieza a poner bastante pesado el hombre. Ahora se nos acerca el hijo del jefe para invitarnos a su bilek o vivienda privada y no nos podemos negarnos ante su insistencia. Pasamos por su vivienda, bastante bien preparada, hasta una pequeña parcela en la parte posterior de la misma. Allí están haciendo algo de carne en una barbacoa ( ignoro de que animal pero estaba bien dura…) y como no, bebiendo tuak. Como habla inglés nos podemos comunicar y nos muestra orgulloso sus cerdos, detalles de su cultura o los planes futuros para cuando él sea el jefe de este poblado iban. Está orgulloso y contento de tenernos en su casa. Los trozos de carne que nos sirven hay que cogerlos con la mano y mojarlos en una salsa realmente amarga pero que a ellos se ve que les encanta. Después de varios chupitos de vino de arroz tenemos que irnos a cenar con la familia que nos acoge».
La rutina diaria. «Cuando oscurece llega de nuevo la rutina: cena en privado con la familia que nos acoge, bailes tradicionales para los nuevos turistas, reparto de patatas y mucho whisky de arroz. Así un día y otro día en un continuo ejercicio de hospitalidad y amabilidad que sorprendería al más pintado. Pero esta gente es así y ha decidido vivir de la mano del turismo. Nosotros esta noche, y como ya somos casi de la casa, nos dedicamos a jugar con los niños y a relacionarnos con los demás iban, que parece que nos conocieran de toda la vida».
A la mañana siguiente nos da un poco de pena irnos ya que hemos conectado con esta gente y tengo sentimientos encontrados con los iban: de tristeza por ver que le faltan cosas muy necesarias aunque también veo que son felices con el modo de vida que llevan. Veo tolerancia, veo un sentimiento de cultura propia invadida a diario pero también veo respeto, pureza y espiritualidad, admiración y simplicidad. La que fue la tribu más temida y sanguinaria de Borneo, son hoy día gente tranquila, bromista y hospitalaria que se ha abierto al turismo a costa de perder parte de su esencia y su modo de vida tradicional. Por contra, tenemos la suerte de conocer desde dentro su forma de vida, su sabiduría y su cultura milenaria. Aprender de ellos ha sido sin duda una de las mejores lecciones humanas que he tenido en mis viajes.
Más información
– El tour del rio Lemanak con la tribu iban lo sacamos en www.visit-Malaysia.com y nos salió por 165 euros 3d/2n con pensión completa aunque revisando hoy la página veo que ya no trabajan este tour.
Buenas Fran!
Nos quedamos con las ganas de visitar esta tribu , pero por tiempo y clima no fue posible.
Excelente entrada y geniales las fotos
Un abrazo fuerte!
Hola Diego, como estás? la verdad es que toda una experiencia convivir unos días con los iban, a pesar de tanto vino de arroz, jeje. A mi en cambio me faltaron algunos PN de Sarawak……. gracias y un abrazo amigo
buenas tardes!
Estoy pensando hacer un viaje a Borneo este septiembre y me resultó muy interesante conocer el medio de ida de esta tribu.
Quería preguntarte información sobre el contacto o guía en kuching alguna recmendación que consideres oportuna.
Muchas Gracias!!!
Y enorabuena por tu blog y comentarios!!
hola fabio, en el articulo puse la empresa con la que hice el tour. Entra en su web y verás los tours que ofertan. Mil gracias!!!