En nuestra visita por el norte de Tailandia tuvimos la oportunidad de visitar el poblado de las Padaung o mujeres- jirafa, de la etnia Kayan, que llegaron a Brimania hace unos 2000 años procedentes del desierto del Gobi. Protegidas por el gobierno Tailandés, esta tribu de refugiados huyeron de Myanmar, la antigua Birmania, y viven aislados en las montañas en unas condiciones realmente difíciles. Pero aún así son un importante atractivo turístico para el país que las acoge, Tailandia.
Llegar al poblado de Nai Soi no es fácil ya que se encuentra en la frontera con Birmania y en plena selva. De hecho llegar desde Chaing Mai a Mae Hong Son, la ciudad más cercana, te puede llevar unas 8 horas de curvas y carretera irregular. Nosotros volamos desde Chiang Mai en un pequeño avión con la Thai Airways para ahorrarnos tiempo y mareos.
Y después hay que moverse en todoterrenos con un trayecto que dura una hora más o menos: terrible. Baches,curvas y caminos impracticables hacen que vayamos dando tumbos en la parte de atrás del jeep. Eso sí, disfrutamos de un paisaje que es espectacular.
Antes de llegar al poblado, hacemos una parada en una tienda local para comprar algo para los niños. Nuestro guía nos dice que están acostumbrados a los turistas y que son muy pobres. Ahora me culpo un poco ya que de esta forma fomentamos que nunca salgan de la pobreza. Mea culpa.
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Cartel indicativo de la tribu Karen: vamos por buen camino. |
Entrada a la aldea
Por fín llegamos a destino un poco mareados y nos ponemos a andar. El paisaje es frondoso, lleno de vegetación y los 5 minutos vemos las primeras casas del poblado, aprisionadas en un estrecho valle rodeado de montañas. Antes de entrar nuestro guía nos explica como son estas mujeres y como viven en el poblado. Cogemos un collar lleno de aros para hacernos una idea de lo que soportan estas pobres mujeres ( pesa muchísimo ). No puedo imaginarme lo que deben pasar estas mujeres.
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El collar pesa una barbaridad |
Algunas mujeres pueden llegar a tener más de 20 aros de latón dorado en el cuello con un peso de más de 8 kilos. Y hasta las niñas pequeñas los llevan, vimos bastantes con varios aros en cuello y también en las piernas, aunque menos pesados.
Con el excesivo calor y la humedad, deben limpiarlos a diario para que no se oxiden y causen heridas en la piel. Nunca podrían quitárselos ya que los músculos no aguantarían el cuello y se desnucarían. Horroroso. Además se adornan las muñecas y la piernas con más brazaletes supongo que para realzar su belleza.
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Mujer de cuello largo en su puesto de artesanía. |
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Mujer Karen con bebé |
El origen de esta tradición tiene muchas leyendas: unos cuentan que los collares los utilizaban para protegerse de los ataques de los tigres, que siempre se lanzaban al cuello de sus víctimas. Otros que era el castigo impuesto por el marido en casos de adulterio. También que se crearon para que los Birmanos no robasen las mujeres a los Kayan porque, al no poder hacer muchas tareas, valían la mitad como esclavas.
Pero realmente parece que son joyas y una muestra de riqueza y de belleza para quién lo lleva. Lo que sí es cierto es que esta tradición es algo díficil de entender y una muestra más del horrible trato que sigue teniendo la mujer en algunos rincones de nuestro planeta.
Nos impresiona ver esos collares en el cuello, estamos impactados. Las mujeres tienen tenderetes a ambos lados del camino y sus casas están diseminadas por los alrededores. Venden artesanía que dudo que se fabrique aquí. Saben hasta alguna palabra en español lo que me hace pensar el flujo de turistas que soporta el poblado…
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Guindillas al sol |
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Hombre transportando alimentos |
Se dedican, principalmente a la agricultura y a vender artesanía( cada vez más), y dejan que les hagamos fotos sin problemas. Aceptan resignadas que son un reclamo turístico y eso se nota en sus tristes miradas y en sus forzadas sonrisas.
Poco a poco nos adentramos en el poblado y vamos viendo como viven. La » calle » principal es de tierra, poco firme, llena de charcos y piedras. Todas las chozas a ambos lados son muy humildes y están llenas de objetos cotidianos como cacerolas, tendederos con ropa, gallinas… Vamos bajando por el poblado y vemos una escuela, casas hechas con madera, hojas y cañas, alguna pequeña tienda de comestibles y muchos tenderetes de artesanía regentados por mujeres jirafa. Casualmente veo pocos hombres, supongo que no son rentables para el turista.
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Imagen de la aldea. |
Después de una hora me voy del poblado triste y asombrado por esta extraña y cruel tradición, además de comprobar en que condiciones tienen que vivir estas personas. Ser un reclamo turístico de esta magnitud no debe ser muy agradable aunque sospecho que prefieren esta vida a vivir en Birmania.
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Escuela de los Karen |
Jamás se me olvidará la mirada de esas niñas y mujeres-jirafa: una mirada indiferente, triste, cansada y resignada hacia nosotros los turistas, que las hacemos esclavas con nuestras cámaras.
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Niña Karen de mirada triste. |

Helena 18 noviembre, 2010
Vaya Fran, había oído eso de que no se podían quitar los anillos, pero pensaba que era una leyenda urbana. Ya veo que no…
Un saludo